martes, 18 de mayo de 2010

"Yo también fui alumna"

Gracias, por el cariño y apoyo moral que recibo de ustedes por distintos medios. Yo también fui alumna, luego profesora de educación física y ahora estoy en la conducción, orgullosa de mi colegio, más en el área de Educación Física, recuerdo en el examen de ingreso era la única que sabía natación, de eso no me olvido, porque marco un posicionamiento muy importante en mi profesión.

Me alegro que te haya ido muy bien en la vida, y resaltes el valor del esfuerzo como recurso para lograr objetivos. Me acuerdo de vos, hijo del Director de la escuela 408, yo trabaje ahí al poco tiempo que tu papá se jubiló, dejo muy buenos recuerdos por su corrección y exigencia, además le enseñaba a jugar al vóley a los alumnos.
También me alegra de que a pesar de haber recorrido muchos lugares hermosos, te acuerdes de nosotros: como pueblo, como escuela y principalmente valores a tus primeros profesores.
Es digno de revelar estas actitudes muy olvidadas en estos tiempos.
Por último, sabiendo que no existirá una forma de agradecer una vida de sacrificio y esfuerzo, quiero que sientan que el objetivo logrado también es de ustedes y que la fuerza que me ayuda a conseguirlo es el apoyo de todos.



Cariño.

Hasta pronto. Lic. Ramona Rolón

sábado, 15 de mayo de 2010

"No me hizo olvidar las primeras lecciones que recibí en el cole"

                                      
Ramona que gusto encontrarla, le quería escribir unas lineas porque le toca a usted dirigir nuestro cole en una fecha muy especial como es este aniversario espero que todo le salga bien!!
No se si usted me recuerda, he sido alumno toda la secundaria y tengo grandes recuerdos de Ibarreta, del cole, de toda la vida allá, el tiempo me fue llevando por muchos lugares, y siempre recuerdo y cuento cosas del pueblo, y se que muchos chicos lo hacen que somos de Ibarreta lo hacen.
Mi vida personal me alejo geograficamente del pueblo, estudie ingeniería, me recibí, ingrese a trabajar en la industria petrolera y después de 5 años de trabajar en varios lugares del país me encuentro ahora en Bs.As. llevando proyectos de ingeniería en muchos países, y todo el movimiento que genero eso en mi vida no me hizo olvidar las primeras lecciones que recibí en el cole, los profesores que me marcaron que con esfuerzo se lograban las cosas, cuanta razón tienen.
Espero volver un día, vi que el cole esta muy lindo, que se han hecho muchas cosas, y eso siempre es valorable, estoy muy orgulloso de haber salido de allí, esas son mis raíces.

Besos!!

Augusto Clavero

martes, 4 de mayo de 2010

EL NIVEL SECUNDARIO EN IBARRETA

                                         Causa de su creación
La E.P.E.S. Nº3 fue fundada un 8 de Mayo de 1961,respondiendo a una inquietud de la comunidad, que observaba con preocupación las limitaciones y dificultades que significaba la distancia a la que se encontraban los centros educativos de nivel medio más próximos, a los que debían mandar a sus hijos.quienes contaban con los medios suficientes asistían a la ciudad capital o a otras provicias vecinas.
Al ser fundada se constituyó en la tercera Escuela de Nivel Medio de la Provincia, nació con el nombre de Escuela Normal Nº3, de la que egresaron dos promociones de Maestras normales provinciales.

Directores del Establecimiento Durante estos 49 años :
  • Clara Damedín de welsh
  • Arbelia Teresa Rioja
  •  Rafael Romero Bernal
  • Elisa María Eugenia Acosta
  • Carlos Alberto Valentín Scarpieri
  • Vladimiro Babiak
  • Rolando Eutaquio Zalazar
  • Gladys Mirtha  Zarate
Los Actuales son:
  • Directora Lic. Ramona Rolón
  • Vice-Directora Edith Del Valle López 


Vladimiro Babiak
Aniversario del colegio

domingo, 2 de mayo de 2010

sábado, 1 de mayo de 2010

Curso Web 2.0 2009-2010 on PhotoPeach

Diccionario de Rimas

Diccionario de Rimas: "

Diccionario que permite introducir una palabra y buscar palabras que rimen con ella: Ofrece la posibilidad de establecer el tipo de rima, el número de sílabas y el comienzo de la palabra en las opciones de búsqueda.
"

Ibarreta, el último descubridor

IBARRETA
Cuando hablamos de descubridores españoles nuestra mente viaja a los lejanos tiempos del siglo XVI y XVII, cuando el orbe parecía ser poco para el ávido explorar de nuestros compatriotas. Pero he aquí que tenemos exploradores y descubridores a la vuelta de nuestra historia. Personajes que han caído en el profundo olvido por parte de sus compatriotas y de la historia. Uno de esos personajes, cercano en el tiempo, pero remoto por su espíritu de lucha y de sacrificio en estos tiempos egoístas es Enrique de Ibarreta.

El primero de agosto de 1859 nacía en Bilbao Pedro Enrique de Ibarreta y Uhagón. Por ambos lados de su familia pertenecía a la alta burguesía comercial que se había establecido en dicha ciudad. Es de destacar la huida por parte de su familia y de un grupo de mujeres y niños del sitio que sufrió esta ciudad durante la tercera guerra carlista y que no estuvo exenta de vicisitudes.

En 1877 se presentó a los exámenes de ingreso para la carrera militar y por Real Orden del 9 de julio de 1878 obtuvo plaza en la Academia de Ingenieros de Guadalajara. La fuerte personalidad del vizcaíno pronto se hizo notar en el ambiente castrense. A finales de ese año un alumno veterano insistió que el novato le limpiara las botas. Pero Ibarreta no estaba por la labor y así lo dejó claro con la contundencia de argumentos que se tiene cuando se manejan mejor los puños. Este altercado se complicó y de los puños se pasó al duelo. Este sería a muerte, a cinco pasos y con revolver de reglamento. Esto es; a quemarropa. Al volverse los dos contrincantes dispararían uno contra el otro empezando aquel que la fortuna designara. Se echó a suertes y ganó Ibarreta y cuando este estaba apuntando a la cabeza de su adversario, viendo el temblor de este y como su tez se había tornasolado a un cerúleo verdoso, cedió el turno. El compañero disparó acertándole en la mano derecha. Ibarreta se negó a dar por concluido el duelo ya que “ todavía tenía una mano”. Apuntó de nuevo y se negó a disparar al ver como el otro volvía a temblar como un poseso. El duelo se dio por terminado pero Ibarreta exigió que el otro abandonara la academia.

El médico que atendió al herido practicó la extracción del proyectil y dictaminó una recuperación de al menos dos meses. Ibarreta solicitó licencia para curarse en su casa y partió para su Bilbao natal.

Al enterarse de los motivos de la herida de su hijo, don Adolfo, que tal se llamaba el padre, montó un follón de mil demonios que termino con la baja de Enrique en la Academia Militar e inició una temporada de trabajo bajo la tutela de su progenitor en los ferrocarriles de vía estrecha de Bilbao a Durango.

En 1883, vencido por los sueños de aventuras, Pedro Enrique emigró a la Argentina viviendo en Buenos Aires y Rosario. Se estableció mas definitivamente, dentro de lo que esto significa en el ámbito de estos individuos, en Córdoba donde desempeñó funciones de vicecónsul de España y terminó sus estudios de ingeniero geógrafo. Protegido por el general Bartolomé Mitre, fundador del periódico “La Nación”, debido a un lejano parentesco ya que hay que tener parientes hasta en el infierno, le fue presentado a D. Carlos Casado del Alisal. Este palentino, ojo no confundir con el pintor José, había creado bancos, absorbido otros, asesorado al presidente Avellaneda sobre el sistema de circulación monetaria, es propietario de ferrocarriles, ha fundados ciudades.¡Es una fuerza vital que esta desarrollando ese país!. Cuando Ibarreta le es presentado es propietario de una concesión de tierras equivalente a unos 90.000 Km2 en el Chacó argentino la mayor parte terreno inexplorado y que necesitaba de medición para su desarrollo. ¡Un trabajo ideal para el espíritu inquieto del joven ingeniero!

A finales de 1887 Ibarreta se internó en el Chacó Sur o Gualamba que es el que se extiende al sur del río Pilcomayo, con el encargo de hacer medición de la concesión que allí tenía D. Carlos Casado del Alisal. Esta franja de terreno administrativamente se hallaba englobada en el departamento de Santa Fe.

Ibarreta desempeñó sus labores en esa inhóspita tierra a satisfacción y viendo la inmensidad del territorio convenció a su grupo de continuar y cruzar esa franja del Chacó de Este a Oeste, lo que entonces ya era una hazaña. El viaje duro ocho meses hasta que arribaron a un lugar llamado Fortín Tostado a 325 al noroeste de la ciudad de Santa Fe. En esta ciudad, capital administrativa y de la provincia, todo el mundo se llevó una gran sorpresa. El paso del tiempo sin noticias de Ibarreta y sus compañeros dio lugar a especulaciones de todo tipo; hasta se comentó que se había “liado” con la hija de un cacique. Pasado el tiempo la sociedad santaferina le dio por definitivamente perdido por lo que le organizó unos solemnes funerales y le comunicó a la familia en España la dolorosa perdida de tan valioso y valiente elemento. Por ello la noticia de la aparición de estos resucitados “ medio comidos por los mosquitos de aquella región y extenuados por la fatiga el hambre y la sed”[1].

Repuesto de los rigores de su aventura lo siguiente que decidió Ibarreta fue la búsqueda de yacimientos auríferos en la zona al norte de Puerto Casado. Este era una ciudad que había creado el infatigable Carlos Casado del Alisal que funcionaba como centro comercial de la explotación del quebracho, un árbol cuya madera era muy duradera y que tenía gran cantidad de taninos por lo que era muy apreciado para el curtido de las pieles. Hoy se llamaba Victoria.

Se internó en esta zona Ibarreta, en 1893, junto con un amigo vizcaíno y otro canario acompañados por un guía. La expedición fue un desastre ya que al cruzar un río perdieron el carro y la mula ahogándose el canario. El guía que vió lo sucedido aprovechó para desaparecer llevándose los bueyes de tiro y lo poco que se había salvado. Vagaron por la zona durante tres días hasta que divisados por un vaporcillo fueron recogidos y conducidos a salvo a la ciudad de donde habían partido.

Enfermo debido a las muchas picaduras de mosquito decidió la vuelta a España con el fin de recabar fondos para una expedición que tenía proyectada: descubrir la totalidad del cauce del río Pilcomayo.

Ya en España descubrió que a lo largo del año anterior, 1893, habían muerto tanto su padre como su madre por lo que tenía que hacerse cargo de su parte de la liquidación de la herencia.

En 1895 estalló la guerra en Cuba y allí fue Pedro Enrique, se enroló en las fuerzas de Martínez Campos como voluntario irregular, combatiendo bajo las ordenes del general Echagüe, del jefe de guerrilleros Lolo Benítez y general García Navarro. Durante un año y medio estuvo combatiendo hasta caer enfermo solicitando la baja por dicho motivo y regresando a España en febrero de 1897. Volvía con una cruz de Maria Cristina y una Cruz Merito Militar de 1ª clase con distintivo rojo.

El tiempo de convalecencia lo dedico a preparar la expedición que tenía en mente antes de la guerra; la del río Pilcomayo.

Pilcomayo.
El Pilcomayo o Araguay nace en el Altiplano boliviano, atraviesa Argentina y Paraguay sirviendo de frontera entre estos dos estados y desembocando, finalmente, en el río Paraguay del que es afluente. Su curso es muy sinuoso a lo largo de sus 1.590 km, lleno de pantanos y humedales llamados “bañados” y “esteros”para abrirse, al final, en diferentes brazos que desembocan en el Paraguay. La dureza de la zona, el empeño de los indios de mantener alejados al hombre blanco de sus tierras, la enfermedad que reina por doquier, la falta de alimento autóctono que es escaso, y lo laberíntico de su recorrido ( a uno de los brazos del Pilcomayo lo bautizaron como río Confuso) dieron renombre a esta zona por ser desconocida y tremendamente peligrosa.

El primer europeo que llegó a este rió fue Sebastián Caboto en 1527. En 1545 Nufrio de Chávez trató de remontar sus aguas pero no pudo conseguirlo al encontrarse con demasiadas dificultades y la oposición del indio.

El primer europeo que lo atravesó, ya que otros habían llegado a divisarlo o iniciado su travesía para posteriormente desistir, fue el capitán Andrés Manzo y ello le costó la vida a él y a cuantos le acompañaban.

A lo largo de toda la época virreinal se intentaron numerosas expediciones pero ninguna de ellas se vió coronada por el éxito. La independencia de América del Sur tiñó con una nueva urgencia las expediciones en esta ignota zona debido a la necesidad de marcar las fronteras de los nuevos estados.

La primera fue la del general boliviano Manuel Rodríguez Magariños en 1843 que no pudo completarse, al año siguiente otra fuerza militar boliviana bajo el mando del holandés Enrique van Nivel tuvo el mismo resultado. En 1863 el comandante Ríos volvió a intentarlo con el mismo resultado y de ello nos quedó un informe hecho por el padre franciscano Gianelli. En 1870 la expedición fue paraguaya al mando del francés André Porraz que solo pudo remontar el río unas ochenta leguas. En 1875 el gobernador del Chacó Uriburu no tuvo la fortuna de la expedición anterior ya que la suya solo duró dos días. En 1878 se marca otro nuevo fracaso al mando de Luis Bernet. En 1882 el medico francés Jules Nicolás Crevaux junto con veintidós expedicionarios acabaría trágicamente al ser la expedición masacrada por los indios Toba y Chorotis. La suerte de la expedición conmocionó a la sociedad de Sudamérica. Bolivia organizó una expedición de castigo que acabó en desastre. Ya el año anterior el gobierno boliviano había organizado una expedición punitiva formada por unos setenta soldados. Esta unidad aparecería seis meses después en Asunción del Paraguay compuesta tan solo por diez supervivientes mas muertos que vivos. En 1890 le tocó el turno al oficial de la marina norteamericana John Page que murió intentando domeñar tan terco río.

Una tras otra todas las expediciones que se organizaron tuvieron que dar la vuelta derrotadas, el balance trágico del Pilcomayo crecía de año en año. No es algo de extrañar que cuando Ibarreta se presentó en Sucre, capital de Bolivia, para solicitar los permisos y apoyos de las autoridades para emprender esta arriesgada empresa todo el mundo, empezando por el propio presidente de la republica presidente Alonso, tratara de persuadirle de que abandonara su intento.

La expedición.
Acompañado su amigo Beltrán Martín, zaragozano, y tras hacer provisión en Sucre de los materiales para la aventura partió hacía el que sería el inicio de su aventura: la pequeña población de Colonia Crevaux, avanzada de la civilización.

La idea era construir en ese lugar dos pequeñas chalanas que el propio Ibarreta había diseñado, achatadas de proa, sin quilla y con borda alta con troneras para protegerse de las flechas. Llevaban cuerdas, machetes, un teodolito, brújula, útiles para pescar, hachas, mercadería para trocar con los indios, etc. Víveres para dos meses y las armas. Estas las componían doce carabinas Winchester 44/40 modelo 1892 con 2750 cartuchos de munición, tres escopetas con mil cartuchos junto con pólvora y perdigón para recargar ya que la caza sería básica para la supervivencia del grupo. Además llevaban 30 granadas de mano diseñadas por el propio Ibarreta y doscientos cartuchos de dinamita por si fuera necesario abrirse paso por este medio.

Todo el dinero para la adquisición de este material más los víveres salió íntegramente del bolsillo de Ibarreta. El gobierno boliviano aportaba la protección legal y la ayuda dentro de su limite. Como se ve esta era una expedición muy reducida respecto a las operaciones militares que acabaron en desastre en años anteriores.

En Colonia Crevaux inició la construcción de las chalanas y el reclutamiento de voluntarios para la expedición. Prometió sueldos altos y primas a la vuelta pero la gente estaba muy al tanto de los riesgos de la empresa. Solo seis peones, más locos o más audaces, se presentaron voluntarios: los argentinos Tomas Moyano, Florentino Leiva, Telesforo Burgos y Belisario Antolín. Los bolivianos Eloy Rivera y Ceferino Ayala. A ellos se uniría un huérfano de unos catorce años llamado Manuel Díaz que desde el primer momento no hubo manera de separar de Ibarreta. En el último momento dos soldados bolivianos solicitaron licencia y se les concedió para partir con la expedición estos eran José Sánchez y Rómulo Giráldez.

El 3 de junio de 1898 Ibarreta hizo entrega al encargado de la colonia de cartas para entregar y partió río abajo. Una de las cartas la destinaba a su amigo Juan J. Gutiérrez:

-“ Hoy mismo me embarco, Alea Jacta Est. Marcho en la peor época del año por ser la seca en estos climas y por que todas las indiadas se acercan al río para vivir de la pesca...de los serios ataques a los que estamos expuestos no queda otro remedio que aumentar la vigilancia y , cuando el caso llegue, pelear como buenos: Yo, como español”.



Al poco de partir vieron como se acercaban corriendo a al orilla dos indias que les pidieron que les llevara hasta su tribu. Esta era una tribu de “indios mansos” y Rosa y Cochona, que así se llamaban las dos pasajeras habían ido a comerciar con los habitantes de Colonia Crevaux. El viaje de vuelta era peligroso para ellas por las otras tribus que no aceptaban su trato con los blancos.

Durante el día remaban para tratar de hacer el mayor camino posible al anochecer dejaban que la corriente les condujera hasta que se decidían a fondear. Entonces unían las dos chalanas y preparaban la comida en un pequeño infernillo que con ese fin llevaban. Lo más seguro era pasar la noche fondeados en mitad del río. Otras veces desembarcaban y tras una minuciosa exploración decidían que el área estaba limpia de indios y descasaban en tierra.

Sobre el sexto día en una orzada del río hallaron su cauce taponado por ramas y rocas. Desembarcaron y durante dos días trabajaron en cortar ramas y colocar los explosivos. Unos indios mansos que en la zona había les previnieron que sus vecinos eran “bravos” y que no hicieran caso de sus muestras de amistad o de hospitalidad pues estarían muertos.

Atravesaron el obstáculo y pronto se encontraron con indios en ambas orillas concentrándose en algunos puntos hasta doscientos de ellos. A veces hacían gestos de amistad o arrojaban lejos los arcos para demostrar su intención de dialogo pero las indias Rosa y Cochona insistieron que ni se les ocurriera hacerles caso.

Una constante de la expedición de Ibarreta era que tras los tramos poblados entraban en otros desiertos, lo que ponía mas nerviosos a los aventureros que les indicaba que estaban atravesando el territorio fronterizo de una tribu que estaba enemistada con su vecina. Sobre el noveno día llegaron a un poblado de unos dos mil individuos ya pintados para la guerra. Ibarreta no quiso disparar contra ellos por lo que para alejarlos y que le permitieran el paso arrojó dos cartuchos e dinamita al río cerca de donde estaban. Para más seguridad por la noche dispararon un par de cohetes pirotécnicos para mantener alejados a los indios. Esto mientras duró el paso por esta tribu.

La siguiente tribu resulto ser la de Rosa y Cochona que allí se quedaron, aprovecharon para hacer algunas reparaciones y continuaron río abajo

Para el 14 de julio había atravesado un difícil tramo con rápidos y dos cataratas en la llamada “rápidos del padre Patiño” por lo que se encontraban en territorio argentino. La perdida de caudal por parte del río obligaba a continuos sondeos para evitar el verse embarrancados. Este tipo de navegación era lento y muy trabajoso. Por el diario sabemos que el 1 de agosto festejaron el cumpleaños de Ibarreta y “ se acabó el anís”. El 24 de agosto llegaron a los llamados esteros de Patiño. Estos son unos extensos humedales llenos de la planta de totora tan tupidos ellos que a partir de ese momento los aventureros tuvieron que abrirse paso a machete con el agua a la altura del pecho, tanto había bajado el nivel del río. Se inició la parte final del viaje, el lento avance bajo un sol abrasador, cortando las plantas que les cerraban el paso en un terreno insalubre, con unas condiciones penosísimas pronto agotó las reservas de víveres que los aventureros llevaban.

El 12 de septiembre la situación se había tornado tan critica que se decidió que la expedición se dividiera. Ibarreta junto con el peón Burgos, enfermo de fiebre reumáticas contraídas al trabajar en el agua, y el huérfano Manuel Díaz, demasiado joven como para poder sobrevivir al viaje que se avecinaba, se quedarían con Ibarreta. Con el quedaban un Winchester, mil disparos de munición, café, te y media arroba de sal. El resto bajo las ordenes de Beltrán Martín partirían con el resto de las armas y víveres con idea de hacer el viaje a pie hasta la ciudad de Formosa o Asunción. Ibarreta no estaba dispuesto a renunciar a su empresa y consideraba que podía sobrevivir un año hasta la llegada de ayuda de los gobiernos de Argentina o Bolivia para continuar río abajo.

Final y supervivientes
Mucho más tarde se supo que Ibarreta moriría asesinado junto con sus compañeros por unos indios orejones bajo el cacique Damongay. Este convenció a Ibarreta que visitara unas plantaciones cercanas al campamento de vizcaíno. Aprovechando el descaso les destrozaron la cabeza a Ibarreta y a Burgos a golpes de macana. El joven Manuel Díaz fue degollado. Terminada la traición desnudaron los cuerpos y tras trocearlos los arrojaron al río llevándose los indios cuanto tenían los aventureros. Este fue el fin de Ibarreta.

El resto de la expedición fue un poco mas afortunada. Estos escasos de alimentos, agotados después de los trabajos que habían sufrido fueron cayendo uno tras otro por causa de las privaciones. El hambre, la enfermedad, el agotamiento les pudo. Cayó primero Beltrán Martín enfermo de reumatismo ya no puede seguir avanzando, el diario de la expedición menciona que avanza “a gatas”. Se queda en el camino junto con el peón José Sánchez. El siguiente fue Tomás Moyano cuyas últimas palabras fueron para preocuparse por su mujer. Eloy Rivera tuvo tiempo de entregarles un testamento antes de quedarse bajo un árbol esperando la muerte. Ceferino Ayala, Belisario Antolin. De los ocho hombres que partieron de las chalanas de Ibarreta solo dos sobrevivirían al terrible viaje. El argentino Florentino Leyva de cuarenta años de edad y el soldado boliviano Rómulo Giradles de veinte años.

Al día de hoy no existe un solo recuerdo del explorador vizcaíno en su tierra natal.

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[1] Díaz, José Antonio. Ibarreta, el último explorador. Miraguano ediciones, 2004.